Crear un fondo de emergencia: conversación de colegas
Crear un fondo de emergencia: conversación de colegas
Imagina que estamos ahí, en nuestro rincón favorito del bar, con una cerveza fría en mano y la música de fondo marcando el ritmo de una tarde cualquiera. Entre sorbo y sorbo, la conversación toma un giro inesperado hacia el terreno de lo práctico, de esos temas que suelen quedar para «más adelante», pero hoy, por alguna razón, parece el momento perfecto para sacarlo. Y ahí, casi sin preámbulos, te suelto: «Tío, que no te pille el toro. Montar un fondo de emergencia es más fácil de lo que crees, y no, no tienes que vivir a pan y agua para conseguirlo».
Quizás te quedes mirándome un segundo, pensando si la tercera cerveza me ha hecho desvariar o si realmente he dicho algo sensato.
Pero, lo que sí te aseguro es que este no es el preludio de un sermón aburrido sobre ahorros, sino más bien un brindis por esa seguridad que todos queremos tener sin sacrificar las pequeñas alegrías, como esta cerveza que ahora mismo disfrutamos.
Porque, al final del día, se trata de encontrar ese equilibrio, de poder seguir aquí, charlando de todo y nada, sin que el fantasma de un imprevisto nos quite el sueño.
La realidad del asunto
En ese ambiente distendido, con el zumbido de conversaciones ajenas de fondo, la charla se va poniendo seria por un momento, justo el tiempo de reflexionar sobre esos imprevistos que a todos nos gustaría evitar, pero que son tan parte de la vida. Te miro fijamente y digo: «Mira, nadie quiere pensar en que el coche se va a averiar justo cuando menos te lo esperas, o que el casero te puede salir con que tienes que buscar otro piso. Pero si pasa, mejor estar preparado, ¿no?».
Es una de esas verdades incómodas, como el último trago de una cerveza ya caliente, que preferiríamos no tener que tragar. Pero ahí está, la posibilidad siempre latente de que algo se tuerza sin aviso previo. No se trata de convertirnos en unos paranoicos que ven catástrofes en cada esquina, sino más bien de tener un plan B, un colchón que amortigüe los golpes que de vez en cuando reparte la vida.
Y mientras la música sigue y las risas estallan en la mesa de al lado, consideramos esa idea no como una carga, sino como un acto de rebeldía contra el caos: la creación de un fondo de emergencia que nos permita seguir disfrutando de nuestras cervezas en paz, sin que el menor contratiempo nos saque del juego.
Ya lo decía tu abuelo: márcate un objetivo
Con la atmósfera relajada y un par de vasos vacíos sobre la mesa, te lanzo la pregunta que lleva la charla a otro nivel. «Piénsalo así: ¿cuánto necesitas al mes para no tener que comer arroz tres delicias todos los días si la cosa se pone fea? Ese es tu número mágico, algo así como de tres a seis meses de tus gastos.»
Es un momento de esos en que, aunque estemos en medio de una charla de bar, las cifras empiezan a pasarte por la cabeza, no para agobiarte, sino para darte una meta clara. «No es cuestión de ser un Scrooge (un rata vaya)», te digo, intentando aligerar el tono, «pero imagina tener un salvavidas, una cantidad que sepas que te cubre las espaldas mientras te reorganizas. Ya sea que te quedes sin curro, tengas que cambiar de casa o el coche te deje tirado».
La idea es sencilla: calcular cuánto gastas en vivienda, comida, transporte, y sí, hasta en las salidas de viernes. Sumarlo todo y multiplicarlo por, digamos, tres, cuatro, cinco o seis meses, según quieras estar de cubierto. «Así, la próxima vez que estemos aquí, tomando algo, sabrás que hay un colchón esperándote en casa, por si acaso. Y eso, colega, es una tranquilidad que no tiene precio».
Una estrategia a lo Guardiola (el que entrenaba al Barsa)
La conversación toma un giro práctico mientras pedimos otra ronda. «La clave está en la estrategia», empiezo, mientras esperamos. «No te vuelvas loco intentando ahorrar todo de golpe. Empieza con lo que puedas, aunque sean 20 euros a la semana. La idea es que ni lo notes». Es como apostar en una partida sin sentir que estás arriesgando el alquiler del mes, manteniendo el juego fácil y divertido.
Luego, bajando la voz como si compartiera un secreto de estado, continúo: «Y sobre dónde meter la pasta, abre una cuenta que no toques para nada más. Que sea tu caja fuerte personal». La propuesta es sencilla pero potente, una forma de poner a salvo ese fondo de emergencia sin caer en la tentación de gastarlo al primer impulso.
Y, sonriendo, añado: «piénsalo como esa botella de reserva que guardas para una ocasión especial».
No pierdas el rumbo
Mientras el ambiente del bar sigue calentándose a nuestro alrededor, con historias que se cruzan y risas que se entrelazan, la conversación se adentra en cómo mantener vivo ese fondo de emergencia que estamos planeando entre cervezas. «Verás, el truco para que esto funcione a largo plazo es revisarlo de cuando en cuando», comento, haciendo girar el vaso con la mano, «cada tanto, échale un ojo a cómo va creciendo el fondo. Quizás puedas empezar a meterle más pasta si te sobra o ajustar si hace falta».
Es casi como tener una planta en casa, le explico. No puedes simplemente plantarla y olvidarte. Necesitas regarla, asegurarte de que recibe suficiente sol, y a veces, hasta cambiarla de maceta si crece mucho. Lo mismo pasa con tu fondo de emergencia. Puede que al principio veas poco progreso, pero con el tiempo, y dándole un poco de atención, empezará a florecer.
Y ahí es donde entra en juego la flexibilidad. «Si algún mes te va mejor y puedes ahorrar un poco más, genial. Si otro mes las cosas están justas, está bien bajar el ritmo. Lo importante es no parar». Lo comparo con nuestras salidas al bar. Algunas semanas nos permitimos tomar o comer algo especial, otras optamos por algo más cutre, pero lo crucial es seguir quedando.
«La idea», concluyo, levantando mi caña en un brindis imaginario hacia ese futuro fondo de emergencia, «es que este colchón que estás construyendo se convierta en parte de tu vida, sin que te pese, sin que sientas que te estás sacrificando. Al final, se trata de dormir un poco más tranquilo por las noches, sabiendo que tienes un respaldo. Y eso, amigo mío, vale cada euro que le pongas».
La última y nos vamos: te explico lo de Goin
Cuando ya estamos recogiendo, listos para cerrar la noche, se escucha la típica de: «la última y nos vamos» y yo aprovecho para dar los últimos tips, como quien no quiere la cosa: «oye, antes de que nos vayamos, te explico algunas técnicas que puedes usar a través de la app de Goin para crear tu fondo de emergencia. Porque, al final, de eso se trata, ¿no? De saber cómo crearlo.
«Primero, está el clásico método del redondeo. Cada vez que compras algo, pues redondeas al euro más cercano y metes esa diferencia en el fondo. Puede parecer poco, pero como gotas en el océano, pronto empiezas a notar la diferencia. Imagina que cada café, cada cerveza, cada compra te acerca un poco más a tu meta».
Luego, siguiendo el ritmo de la música que aún suena de fondo, me acuerdo de otro método que siempre genera interés: «o qué me dices de pasarte al ahorro periódico. En plan, ahorrar 20,00€ a la semana. Te sorprendería lo rápido que uno aprende a equilibrar placer y previsión».
Para terminar, y antes de coger el abrigo del perchero, doy mi último consejo a mi colega: «y, por supuesto, no te olvides del método de la retención. Ya sea vendiendo cosas que ya no usas, haciendo algún trabajillo por aquí y por allá, o incluso ingresando parte de tu aguinaldo o bono anual al fondo, cada vez que tengas un ingreso extra, la app de Goin traspasa dinero a tu fondo de ahorro».
Y ahora todos lo sabemos, la idea es que tu nuevo fondo de emergencia se convierta en una inversión en tu tranquilidad.