¿Se sigue pagando mucho en efectivo?
Pensemos por un momento que el dinero en efectivo es ese amigo del instituto con el que solías pasar todo el día y ahora solo ves en reuniones de antiguos alumnos esporádicas. Aunque te da nostalgia verlo, te preguntas: ¿Realmente sigo necesitándolo para todo como antes?
Nos adentramos en el mundo de los pagos para ver si el efectivo sigue siendo el rey de la fiesta o si ya lo que estamos es organizándole su fiesta de jubilación.
La vida secreta del efectivo
Vamos a pensar por un momento que el efectivo es esa estrella de rock de los 80 que todos adoraban, rollo Aerosmith. Iba a todas las fiestas, estaba en todas las transacciones y era el rey indiscutible de la economía.
Pero, como todas las estrellas, llega un día en que te levantas y ves que el mundo ha cambiado. La gente ahora escucha trap con raíces flamencas, y los nuevos Aerosmith se llaman Rosalía.
Lo mismo ha ocurrido con el efectivo, nuestro ídolo del rock financiero, que ha comenzado a perder el spotlight frente a las jóvenes promesas: las tarjetas de crédito, los pagos móviles y esas apps tan modernas que te permiten pagar tu café matutino con un simple escaneo de tu teléfono, sin tener que revivir aquella arqueología de tus bolsillos en busca de monedas.
En este nuevo mundo digital, el efectivo se ha convertido en esos vinilos antiguos: con un encanto nostálgico, sí, pero no tan práctico en la era del streaming.
Las estadísticas nos muestran un escenario en el que, poco a poco, estamos presenciando un cambio de guardia como en Buckingham.
Donde antes el efectivo reinaba soberano, ahora vemos cómo las tarjetas y los pagos digitales son los reyes indiscutibles, ofreciendo una comodidad y seguridad que el efectivo, por muy rockero que sea, ya no puede igualar.
Y es que, amigos, el ritmo de la vida moderna exige rapidez y eficiencia. ¿Quién tiene tiempo para contar monedas o billetes cuando vas corriendo para no llegar tarde al trabajo o cuando estás a un clic de comprar el último Iphone 15 desde el sofá?
El efectivo, con toda su historia y sus billetes súper chulos, empieza a verse más como un recuerdo de tiempos más sencillos, en un mundo que avanza a velocidades de fibra óptica.
Los rebeldes del cash
Aunque parezca que el mundo digital se está comiendo el mundo a bocados, el efectivo se resiste a ser engullido sin más. Es como ese Pikachu escurridizo en Pokémon GO que, no importa cuántos intentos hagas, siempre encuentra la manera de seguir en el juego.
En algunos rincones del planeta, sacar un billete polvoriento sigue siendo más común que ver a un adolescente sin smartphone.
¿Por qué, en plena era digital, el efectivo sigue siendo el rey en ciertas zonas? Bueno, hay varias razones.
- Primero, no subestimemos el poder de la costumbre. Cambiar de billetes a bits no es algo que sucede de la noche a la mañana. Para muchos, el efectivo es sinónimo de control sobre sus finanzas; pueden ver físicamente cuánto gastan, lo que les da una sensación de seguridad y manejo real del dinero.
- Luego está el tema de la inclusión financiera. Aunque parezca sorprendente, no todo el mundo tiene acceso a la banca digital o móvil. En áreas rurales o para ciertos grupos demográficos, como los más mayores (sí, muchos boomers incluidos), el efectivo es la forma más fácil y accesible de manejar el dinero. Es como intentar jugar un juego nuevo sin leer las instrucciones; a veces, es mejor seguir con lo que ya conoces.
En países como Suecia y Noruega, donde el camino hacia una sociedad sin efectivo parece estar pavimentado con oro digital, aún hay voces que piden freno. La rapidez de esta transición ha encendido alarmas sobre dejar atrás a quienes no se adaptan tan rápidamente a la tecnología.
Imagina intentar pagar el autobús con un billete y que te miren como si acabaras de intentar usar un fax. No mola, ¿verdad?
Así, mientras el mundo digital avanza, el efectivo sigue siendo ese rebelde con causa, defendiendo su lugar en la economía. No es solo una cuestión de nostalgia; es una cuestión de acceso, inclusión y elección. Al final del día, la opción de pagar en efectivo es como tener un joker en la manga; quizás no lo uses siempre, pero para mucha gente es guay saber que está ahí.
China y Corea del Sur: sayonara al cash
En el mapa de la digitalización financiera, China y Corea del Sur destacan por sus rápidos avances hacia una sociedad sin efectivo; como si esto fuese pan comido.
Ambos países han abrazado las tecnologías de pago digital, pero el viaje hacia la adopción total presenta tanto innovaciones como desafíos: no puedes montar un armario de Ikea en una tarde, loco.
China: pionera en pagos digitales
China es un gigante en el ámbito de los pagos digitales. Plataformas como WeChat Pay y Alipay han transformado completamente la manera en que se realizan transacciones, haciendo que los pagos en efectivo sean más antiguos que una canción de Los Panchos. Yo no sé quiénes son Los Panchos; pues eso.
Incluso en los mercados y pequeñas tiendas, ya es más común ver códigos QR para pagos móviles que cajas registradoras tradicionales.
Cómo se les estaba yendo de las manos que el Banco Popular de China ha tenido que intervenir y recordar a las empresas la importancia de seguir aceptando efectivo. Y es que es de cajón: su desaparición completa podría excluir a sectores de la población tecnológicamente no integrados (no todo el mundo ha nacido con un móvil pegado a la mano).
Corea del Sur: un futuro sin efectivo
Corea del Sur, por su parte, ha seguido un camino similar, con un enfoque gubernamental fuerte en la digitalización de los pagos.
El país es líder en tecnología y esto se refleja en su sistema financiero. El uso de aplicaciones para pagos móviles está muy extendido, y el gobierno ha lanzado iniciativas para reducir la circulación de efectivo (queman billetes en las plazas, como los nazis quemaban libros).
A pesar de estos esfuerzos, existe un debate interno sobre el ritmo de transición hacia una sociedad sin efectivo, destacando la necesidad de equilibrar la innovación con la accesibilidad para todos los ciudadanos.
Los Simpsons: efectivo o tarjeta
Demos un paseo por Springfield, un peculiar microcosmos donde el amor por el efectivo y la fascinación por lo digital conviven en un cómico equilibrio.
Primero, dirijamos nuestros pasos hacia el «Sector 7G» de Springfield, donde encontramos a Rumania, el bar de Moe de nuestro mapa. Aquí, más del 70% de las transacciones se realizan en efectivo, haciendo que el sonido de las monedas sobre la barra sea tan familiar como las quejas de Barney por otra cerveza.
Pero no es solo el bar de Moe; la tienda de cómics, regentada por Egipto y Filipinas, también prefiere el efectivo. Aquí, buscar monedas en el sofá es un deporte nacional, y pagar el último cómic de Radioactive Man sin billetes sería como pedirle a Homer que renuncie a las rosquillas.
Ahora, si damos un paseo por el «Springfield Heights» (el Pedralbes de Springfield), veremos a Noruega, donde el efectivo es tan raro como un día sin una buena acción de Ned. Solo el 3% de las transacciones se hacen en efectivo, probablemente porque todo el mundo está demasiado ocupado usando aplicaciones bancarias como si fueran la última invención del Doctor Frink.
No muy lejos, en la «Avenida Evergreen Terrace», China y Corea del Sur están compitiendo por quién tiene el sistema de pagos móviles más avanzado. Imagínate a Lisa y a Martin Prince en un torneo de ciencias para ver quién crea la app de pagos más eficiente. En estos países, usar efectivo es como llevar un Walkman en la era de Spotify; simplemente no está de moda.
Al final del día, nuestro viaje por el mundo del efectivo y los pagos digitales nos lleva a una encrucijada similar a elegir entre ver un capítulo más de tu serie favorita o irte a dormir porque mañana hay que madrugar. Cada opción tiene sus pros y sus contras, y lo mismo ocurre con nuestra forma de pagar.